Tu primera ofrenda de Día de Muertos

Siempre hay una primera vez; incluso para poner la ofrenda a alguien que amamos y ya no está con nosotros.

Hay fechas que el corazón nunca olvida, y el Día de Muertos es una de ellas. Esta celebración mexicana que está llena de color, aromas y recuerdos también puede ser una fecha que nos confronta con la ausencia.

Cuando llega ese momento de poner tu primera ofrenda, el corazón tiembla un poco. No solo porque estás preparando un altar, sino porque, en silencio, estás aceptando algo muy profundo: que esa persona que tanto amaste ya no está físicamente, pero sigue viva dentro de ti.

Preguntas que vienen a tu mente y que está bien cuestionarse

Es normal sentir muchas cosas a la vez sobre todo cuando es tu primera vez de recordar y honrar a los que ya no están con nosotros y está bien abrazar esos sentimientos, algunas de las preguntas más recurrentes son:

¿Lo estoy haciendo bien?

¿Y si todavía no estoy lista(o)?

¿Y si me duele demasiado?

¿Será el momento oportuno de honrar?

Poner una ofrenda no significa soltar, significa honrar. Significa reconocer que el vínculo no termina con la muerte, que el amor se transforma y que la presencia se vuelve interior.

Desde la cosmovisión de la tanatología, se comprende que los rituales —como el Día de Muertos— nos ayudan a darle sentido al duelo.

Nos permiten expresar, a través de gestos, lo que a veces las palabras no pueden decir: el amor, la gratitud, la nostalgia y la esperanza.

Esa primera ofrenda puede ser un espacio para agradecer lo vivido, para recordar lo compartido y para reconectar con lo esencial.

No necesitas un gran altar; basta una vela, una fotografía, una flor o un pensamiento sincero. Lo importante es que venga desde el corazón.

Cada vez que enciendes una vela, estás diciendo: “Aquí sigo, recordándote, aprendiendo a vivir sin ti, pero contigo en mi memoria.”

Recuerda hacer todo a tu tiempo, sin prisas y sobre todo, haz lo que mejor te haga sentir.